
El encuentro de la vergüenza
Todo responde a pura estrategia partidista para disputar un trozo de electorado ya radicalizado y fidelizado por Vox, sin darse cuenta de que consiguen el efecto contrario.
En el momento de redactar estas notas no se ha producido todavía el anunciado encuentro de los líderes regionales del PP y su cúpula nacional en Murcia, ni sabemos con certeza los temas que tratarán. Sin embargo, sí han adelantado «las primeras líneas» de lo que constituirá su futuro plan sobre inmigración. Que vengan a Murcia, en este momento, a hablar de inmigración no es casualidad, y que sea esta la única materia sobre la que han filtrado las ideas centrales de su contenido, tampoco.
El cuerpo central de su propuesta se resume en cinco ejes principales que, leídos uno a uno, avergüenzan y, todos en conjunto, indignan. Si López Miras hubiera invitado a Antelo al encuentro y, ya de paso, a Abascal, ninguno de los dos se hubiera sentido ajeno al debate producido.
Expresar como principio de su política migratoria que hay que acabar con el «todos los que vengan serán bienvenidos» y afirmar que «tenemos derecho a elegir quien entra» es puro racismo y pura xenofobia, sin paliativos ni matices, además de ir contra el derecho humanitario.
Decir que «tienen que tener suficiencia económica y no pueden vivir de subsidios que se financian con el dinero de los españoles», además de clasista, es mentira. Los extranjeros que viven y trabajan en España también pagan impuestos y también contribuyen al sostenimiento de los servicios públicos, y de la economía en general, más, incluso, que algunos patriotas evasores.
Y si con semejante frase se refieren a la red de acogida humanitaria que recibe y atiende a las personas migrantes que acceden al territorio nacional por vía irregular, habrá que recordarle al PP que esta red responde a los compromisos adquiridos por España con la firma de convenios internacionales como la Convención y el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, la Directiva 2013/33/UE del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se aprueban normas para la acogida de los solicitantes de protección internacional, la propia Constitución Española (art- 13.4) y hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art.14).
Luego está lo de la expulsión por delinquir o ser reincidente. No sé si Feijoó desconoce que dicho procedimiento ya está regulado en el artículo 57.2 de la Ley de Extranjería desde su modificación en diciembre de 2000 y que es un procedimiento que goza de las garantías procesales y de derechos que caracterizan nuestro ordenamiento jurídico. A no ser que esté pensando en deportaciones tipo Trump o confinamientos tipo Meloni.
Finalmente, y para mayor bochorno, en el quinto de los ejes de su infame documento muestran un gesto de paternalismo hipócrita con una mayor permisividad hacia los migrantes hispanos porque con ellos «se comparten vínculos sociales, idiomáticos y de comportamiento». Se atreven a calificar este planteamiento de «discriminación positiva», mientras denigran y humillan a quienes, jugándose la vida, huyen de persecuciones políticas, de la miseria galopante de su país o de las guerras que lo asolan, todo porque son de otro color de piel, profesan una religión distinta y no soportan sus costumbres diferentes.
Pero lo peor es que todo responde a pura estrategia partidista para disputar un trozo de electorado ya radicalizado y fidelizado por Vox, sin darse cuenta de que consiguen el efecto contrario: reforzar las posiciones de Vox, amplificar la difusión de sus propuestas racistas dándoles carta de naturaleza y, al final, terminar engullidos por su discurso.
No es que el PP haya perdido el norte. Ha perdido la orientación de los cuatro puntos cardinales, apuntado como está a la estrategia de polarización política extrema y dando manotazos a todo lo que se mueve alrededor de Pedro Sánchez. Creen que así harán caer al Gobierno central, se adelantarán las elecciones, someterán, por fin, a Vox y podrán recuperar lo que por naturaleza piensan que les corresponde y siempre han tenido: el poder.
Qué ilusos. No saben que en su estrategia de disputa con Vox ya han perdido.