
Menos Gorguel y más zal
«El Puerto de Cartagena podría haber multiplicado por 30 el tráfico de contenedores de 2023 si las obras de la dársena de El Gorguel estuvieran ya ejecutadas», repite últimamente el presidente en funciones de la Autoridad Portuaria en diversas entrevistas.
Teniendo en cuenta que dicho tráfico se mantiene en nuestro país en el mismo nivel desde 2018, tras un incremento del 24% entre 2013-2018, que en los tres últimos años experimenta una tendencia a la baja y que dicha multiplicación supondría pasar de un movimiento de 52.000 contenedores (2023) a algo más de 1,5 millones de contenedores anuales, parece, cuando menos, una afirmación más pretenciosa que realista; en un puerto como el de Cartagena, situado entre el de Algeciras y el de Valencia, que juntos suman la mitad de todo el tráfico del país, y cerca del de Alicante, que le dobla en volumen.
Se parece mucho a aquella otra afirmación grandilocuente del Plan Director del Aeropuerto de Corvera, que auguraba la llegada de 10 millones de turistas para 2015, de los que 3 millones pasarían por esa infraestructura; hoy apenas rozamos el millón y medio de visitantes y el aeropuerto no despega. O también a aquella otra que anunciaba los parabienes de la autovía Cartagena-Vera para el desarrollo socioeconómico de la Región, que acabó rescatada por el Estado, o a la de la autosuficiencia de la desaladora de Escombreras, que en dos años tuvo que ser rescatada también con la amenaza de pagar hasta 600 millones de euros a la empresa concesionaria.
Se añade además, en el caso de El Gorguel, el desprecio por la afección medioambiental que tal obra entrañaría, puesta de manifiesto en un informe del IEO, organismo al que Adrián Ángel Viudes, expresidente de la Autoridad Portuaria, tacha de estar «trufado de ecologistas». En dicho informe se menciona como una de las principales afecciones medioambientales el peligro que implicaría remover los depósitos de metales pesados acumulados en el fondo marino, provenientes de vertidos incontrolados de la minería en décadas anteriores.
Mientras, la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) de Cartagena, en la que debería concentrar los esfuerzos el Gobierno regional, porque es la pieza que encajaría el puzle del desarrollo portuario y la conexión ferroviaria de la ciudad, tanto para mercancías como para viajeros de larga distancia y cercanías, apenas avanza desde hace dos décadas. Toma nota, Fernando, en lugar de poner el grito en la Moncloa.