
José Luis Álvarez-Castellanos: «Soy una persona amable y respetuosa, no me gusta ir de mosca cojonera, ni irritando siempre»
«Tenía 18 años, nos fuimos a Lisboa mi hermana y su novio, y yo y mi prima Cristina; por entonces
no teníamos ni idea de que más adelante seríamos novios»
Cieza, 1957, coordinador regional de Izquierda Unida-Verdes (IUVerdes). No se olvida de esta frase de Julio Anguita: «Pedir más democracia dentro del capitalismo es como pedirle a un tigre que se
haga vegetariano». Sin ir a Cuba que está por miedo a coger el avión. Le
gusta conversar. Y sabe escuchar.
–¿Qué es un peligro?
–No debatir, ni reflexionar, ni no estar bien informado cuando tomas una
decisión, sobre todo en política, donde se han impuesto la prisa y la
ligereza.
–Cieza.
–Viví allí hasta los 15 años; mi padre murió cuando yo tenía 14 años, y
mi madre, mis dos hermanas y yo nos trasladamos a Murcia. A partir de
entonces estuve mucho más vinculado a Mula, donde tenemos mucha
familia e íbamos con frecuencia.
–El niño.
–Muy formal, no daba guerra alguna, aunque como todos los niños de
entonces hacía cosas con las que hoy muchos padres pondrían el grito
en el cielo. Además de que en las casas estábamos lo justo, nos
pasábamos las tardes enteras yéndonos al monte, al río, a escalar…; nos
juntábamos en pandillas y podíamos alejarnos del pueblo varios
kilómetros, descubriendo lugares, recorriendo ruinas de castillos…
Volvíamos de noche a nuestras casas tan felices y contentos y no pasaba
nada.
–¿Descendía por el Segura en aquellos neumáticos de camión en los
que disfrutábamos como locos?
–No, ¡eso no!, yo al río le he tenido siempre mucho respeto.
–¿Travesuras?
–Poca cosa [risas], y porque me dejaba convencer: alguna vez me fugaba
alguna clase del instituto o robaba algún albaricoque de la huerta con los
amigos; una vez nos pilló el dueño, y como yo era el que menos corría de
todos, la riña me la llevé yo y se me cayó el mundo encima; no me gustan
las riñas, ni los sermones, ni las imposiciones, ni tampoco hacer las cosas mal, pero estamos hablando de unos albaricoques y de unos críos
[sonríe].
–De pillo, nada.
–Nada de nada, en absoluto. Ni pillo, ni he buscado pelea, ni creo haber
metido yo a nadie en un lío.
–¿Qué ha recibido usted con preocupación?
–Alguna amenaza seria que otra, que llegó a asustarme un poco, en la
etapa en la que durante trece años fui concejal de IU en Mula. Eran los
años del urbanismo bestial, donde todo se recalificaba.
–¿Y qué pasó?
–Nos oponíamos a esa locura de que se planteasen alrededor de 20
recalificaciones con más de 63.000 viviendas proyectadas. Un disparate.
Trampolín Hills pretendió hacer otra estafa en Mula similar a la que hizo
en Campos del Río. Yo entonces era primer teniente de alcalde, tras doce
años de mayorías del PP y de haber hecho un pacto de gobierno con el
PSOE; primer teniente de alcalde y concejal de Cultura, Educación y
Festejos, nada que ver con el urbanismo.
Teníamos altercados con ese grupo constructor, entre otras cosas
porque habían colocado sin permiso banderas con publicidad de su
proyecto en el entorno BIC del castillo de La Puebla. Nosotros insistimos
desde el primer momento en que aquello era ilegal, pero durante la
mayoría absoluta del PP allí nadie quitaba las banderas. Cuando
llegamos al gobierno, le insistimos al alcalde, Diego Cervantes, en que
había que hacer un comunicado oficial diciendo que esos terrenos no se
iban a recalificar nunca; había que parar lo que iba, ya le digo, camino de
ser una estafa. Y el alcalde me dijo: ‘Como tú ya te vienes peleando con
ellos desde la anterior legislatura, te voy a encargar que seas el delegado
para este tema de Trampolín Hills’. Y paramos aquel disparate,
empezando por quitar las banderas. Ese señor de Trampolín Hills, que
iba con guardaespaldas, se presentó en el Ayuntamiento a intimidarnos
a varios funcionarios y a mí. Llegaron a pagar anuncios en la prensa
poniéndome a parir, como hoja de perejil. Estoy orgulloso de haber
parado una gran estafa urbanística en Mula. Anunciaban la construcción
de 2.000 viviendas con campo de golf.
–¿Le ofrecieron dinero?
–No, creo que sabían que yo no iba a entrar en ese juego.
–Eso dicen todos a los que no se lo han ofrecido.
–Sí [risas]. Dejémoslo en que muy probablemente no lo hubiese
aceptado. Casi seguro al 99%.
–¿Qué fue un acierto?
–Cambié los estudios de Química –llegué a la Facultad con 16 años– por
los de Magisterio. Y en ese interés por el mundo educativo, y también del
asociacionismo, tuvo mucho que ver mi experiencia en los scouts, que
por entonces era un movimiento muy de izquierdas en muchos
aspectos. Conocí la pedagogía de Paulo Freire, con todo lo que esta
suponía de compromiso social en una época muy crítica. Descubrí que lo
que me gustaba realmente era el mundo educativo, y me pasé a
Magisterio [los últimos 21 años ha sido profesor en el Instituto Ribera de
los Molinos, en Mula]. También me interesó muchísimo todo el mundo
de la pedagogía de Célestin Freinet, un pedagogo comunista también de
los años 20. Mucho tiempo después me enteré de que el marido de una
hermana de mi padre fue uno de los precursores de las enseñanzas y
técnicas de Freinet en España, cuyo objetivo es conseguir a través de la
educación el desarrollo social y humano de la gente
–¿Qué agradece?
–Una compañera profesora me descubrió a Stefan Zweig, de quien me
he leído toda su obra, incluida por supuesto ‘El mundo de ayer’. Que
decidiera suicidarse, pese a que ya estaba en Brasil a salvo de los
fascismos que tanto detestaba, es algo que me perturba cuando lo
pienso.
–El padre.
–No creo haber superado por completo quedarme sin él con 14 años. La
última imagen que tengo de mi padre vivo es subiéndose a un coche en
la puerta de nuestra casa, con su hermano Gonzalo y su hermana
Estrella, que era enfermera en La Paz, camino del hospital para ser
operado. Fue en junio, tenía 50 años, tres meses después lo vi en un
ataúd. No es que hablásemos mucho, pero para mí estar con él, a su lado,
era muy gratificante. Cuando iba a inspeccionar por la Región las
fábricas de conservas me gustaba irme con él, primero en su moto y
después, cuando ya lo tuvo, en su coche. No recuerdo en mi casa ni una
mala cara, ni una discusión, entre mis padres; al menos delante de
nosotros, jamás. Mi casa era un lugar tranquilo, disfrutábamos de un
ambiente sosegado, en mi casa no entraba la crispación.
–¿Qué se ha imaginado?
–Muchas veces, que hablo con él de mi vida, de política, de mi mujer
[Cristina Álvarez-Castellanos], de mis hijos…; cuando se acostaba,
siempre le decía a mi madre, ‘¡Inés, me voy un rato con los comunistas!’.
[Ríe] Se iba a escuchar Radio París [«Aquí Radio España Independiente,
estación Pirenaica»].
–Tradición de izquierdas.
–Soy familiar directo de Ángel Álvarez-Castellanos, que estuvo exiliado y
fue presidente del PSOE en Murcia en la Transición; y de Julio ÁlvarezCastellanos Rodríguez, piloto de la República que estuvo en los campos
nazis de Dachau y que sobrevivió milagrosamente. También tengo
antepasados ultraconservadores.
–¿Por qué es de izquierdas?
–Entre otros motivos, porque tuve el gran privilegio de que en Magisterio
me dieran clase profesoras como María Teresa Pérez Picazo y Encarna
Nicolás. Ser de izquierdas implica no olvidarte de quienes han luchado
antes que tú y de sus logros, y comprometerte a seguir con la lucha
porque el capitalismo sigue ahí y sus efectos sobre la vida de tantísima
gente también. Ya hemos comprobado montones de veces que cualquier
avance que logremos no lo es para siempre, y que la amenaza del
retroceso no descansa. Hay que continuar la lucha anticapitalista, la
lucha por la justicia, que no es otra cosa que por la justicia social. Y hay
que luchar por el mantenimiento ecológico del planeta. Para mí, ahora
que tengo un nieto, muchas de esas cuestiones se han resignificado
enormemente. Quiero darle armas ideológicas para defenderse y que
pueda él también continuar la lucha porque, evidentemente, nos va a
costar cambiar el mundo.
«Ya se me pasaron las ganas hace mucho tiempo de
tomarme una cerveza con López Miras»
En tragos cortos
Un sitio para tomar algo con amigos El Ateneo en Mula; las mejores croquetas de la Región
Una canción ‘El breve espacio en que no estás’, de Pablo Milanés
Un libro para el verano ‘España, el pacto y la furia’, de Enric Juliana
¿Qué consejo daría? Utilizar bien la paciencia
Una mania El orden
¿Le gustaría ser invisible? No
¿Qué es lo que más detesta? El cinismo y la hipocresía
Un político Julio Anguita
–¿Qué armas?
–Fundamentalmente, el conocimiento, la capacidad de análisis, la
capacidad de razonamiento, el estudio y la capacidad de saber
organizarse con los demás. Mire, sin organización, ni los partidos, ni
nadie, vamos a ninguna parte. Con la buena voluntad individual no es
suficiente, se necesita organización para conseguir cosas.
–¿Siempre ha sido comunista?
–Me afilié al PCE hace tres años.
–¿Qué tiene que escuchar?
–Cuando nos conocen, cosas del tipo: ‘Pues no sois tan malos los
comunistas’, o ‘con lo buena persona que tú eres, ¿cómo es que eres
comunista?’…; en fin [ríe]. La ignorancia es muy mala, pero peor es la
mala fe. La realidad es que desde que cae el Muro de Berlín, desde que
cae la Unión Soviética, el avance del neoliberalismo, y en los últimos
años de la ultraderecha, es realmente muy preocupante.
–¿Qué suele hacer?
–Respeto a todo el mundo, siempre y cuando se me respete a mí. Soy una
persona amable y respetuosa, no me gusta ir de mosca cojonera, ni
irritando siempre, pero tampoco me voy a callar ante ningún abuso. No
digo que siempre tenga la razón, y tampoco se la niego en todo momento
a alguien de ultraderecha, por ejemplo. Unos y otros podemos tener
razón en según qué cosas. Y estaría bien que hablásemos más entre
todos, en vez de estar arrobándonos la verdad absoluta.
–¿Qué conviene?
–Si de entrada empiezas generalizando, te equivocas siempre.
–¿Insulta?
–Me cuesta mucho trabajo. A veces uso algún diminutivo, ‘cabrito’, por
ejemplo [sonríe]. Pero sólo cuando me cabreo mucho.
–¿Por fin qué?
¿Qué es lo que más detesta? El cinismo y la hipocresía
–Por fin fui a Roma, fue mi viaje para celebrar mi jubilación [a los 60
años].
–¿De qué otro viaje no se olvida?
–Tenía 18 años, nos fuimos a Lisboa mi hermana y su novio, y yo y mi
prima Cristina; por entonces no teníamos ni idea de que más adelante
seríamos novios.
–¿Prima prima?
–Prima prima, sí [ríe], y tenemos dos hijos que son listos de más [sonríe].
Son inteligentes, son atrevidos, osados, críticos… Habíamos jugado toda
la vida juntos en la casa familiar del campo de Ricote los veranos. Ya
llevamos 43 años juntos, ¡acertamos!
–El nieto.
–Va a cumplir dos años. Y yo estoy cumpliendo al dedillo el manual
típico del abuelo chocho con todas las de la ley.
–¿Ha ido a Cuba? [Topicazo]
–No, le tengo miedo a volar.
–Dijo usted en una ocasión que le gustaría tomarse una cerveza con
Fernando López Miras.
–Sí, lo dije, pero ya se me pasaron las ganas hace mucho tiempo [ríe],
desde que he visto cómo preside esta Región y no dejo de echarme las
manos a la cabeza
Artículo de Antonio Arco en La Verdad.
Fotos de Nacho García.
